martes, 2 de julio de 2013

Visión del diablo


La imagen del demonio es siempre la de un personaje negro, de ojos enrojecidos y uñas muy afiladas, sentado, casi siempre, en el brocal de un pozo lleno de fuego y de llamas. Un diablo que preside el reino de las Tinieblas y que, a veces, recibe a sus invitados con bebidas que confecciona con azufre. Después, casi siempre levanta la tapadera del pozo y arroja el alma a los abismos más profundos de los que sólo se sale momentáneamente a golpe de trompeta que el propio demonio toca en la boca del pozo. Entonces, el pozo vomita llamas y de entre ellas sale el alma que el diablo convoca por algún motivo especial. El demonio es definido como el padre de la mentira y constantemente acosa a los que quiere perder para hacerlos partícipes de su ámbito infernal. Sólo en algunas apariciones se presenta con aspecto tenebroso, lo que no ocurre cuando quiere arrastrar al pecado a las personas, especialmente a los monjes o personas dedicadas a la vida religiosa. También es verdad que en ocasiones el condenado toma la forma del diablo y se presenta montado en un caballo, de cuyos ollares salen llamas y humo. El que sufre esta aparición se defiende haciendo la señal de la cruz, que es la mejor forma de librarse del diablo.

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