domingo, 15 de diciembre de 2013

El miedo a la peste

¿Que hacen los médicos ante la peste? Se supone que se confiaba en estos hombres. Se creía que cuando se producía una enfermedad, ellos que habían adquirido unos conocimientos sobre las causas que originaban las enfermedades, la podían atajar. La sociedad sabía de sus prácticas. Ellos demostraban cada día lo que eran capaces de hacer. Arreglaban las fracturas, curaban con extracciones los dientes, curaban otras enfermedades, e incluso recomponían como podían los rostros  muy desfigurados por las terribles heridas que recibían algunos hombres. En sus curaciones se contaba con lo que sabían y con lo que aplicaban, obteniendo bastante éxito. Pero en ocasiones como ésta ¿se demostraba eficacia? No. Estos médicos cuando no podían hacer frente a las enfermedades tenían que recurrir, sin lugar a dudas, a otros procedimientos que unían la práctica de la medicina a ciertos componentes mágicos, cuando no de cierta brujería. Ante la peste se produjeron variedad de actuaciones entre las que se escondía o disimulaba el desconocimiento profundo. Estando el cuerpo envenenado, lo mejor sería recurrir a la sangría para liberar al doliente de aquellos elementos impuros que corroían su salud, abriendo los terribles bubones para liberarle de la enfermedad. En esta actuación se aplicaban las medidas que les competían como médicos, pero a la vista de los escasos o nulos resultados fue necesario llevar a cabo otras tareas menos científicas pero en las que se confiaba porque era lo único que les quedaba. Parece ser que se aplicaban cataplasmas calientes, se hacían píldoras de cornamenta pulverizada de ciervo o mirra y azafrán, bebidas de oro potable. Esto llevaba implícitas otras medidas como, por ejemplo, extremar la limpieza, salpicar los suelos con vinagre y con agua de rosas, la gente debía lavarse lo mejor que pudiera, las dietas suaves, evitar las tensiones y los enfados. Montones de medidas, que van desde la puesta en práctica de los conocimientos médicos, los remedios caseros, y las medidas de higiene consideradas como fundamentales. 
La evidencia era que para  el común de la población sólo había unas realidades Los médicos no pueden atajar esa terrible enfermedad que cursa con terribles bultos en la ingle, axila y cuello, por lo tanto, ellos  no saben qué hacer y  ante esta convicción las gentes se aterran cuando contemplan en su cuerpo la inflamación y los dolores en las axilas y en las ingles que ocasiona la inflamación de las glándulas linfáticas, se aterran porque saben que los médicos no pueden evitar los tremendos dolores, ni los ahogos que causa en la gente enferma, ni hacen nada por hacer desaparecer las manchas, azuladas o negras, las ronchas rojas que aparecen por todo el cuerpo. El espanto va dominando a las personas se produce una gran confusión sobre la enfermedad, su contagio y la muerte, y aquellos que se suponen deben saber dominar las enfermedades, los médicos, cuando se encuentran ante este hecho, todos perciben que no saben qué hacer.
La gente morirá con fiebre y con terribles hemorragias. Ante la peste a los médicos  les fallaban los dos aspectos básicos, los conocimientos aprendidos y, sobre todo, la experiencia ¿de donde procedía?. Esto fue una de las terribles percepciones.

En Florencia, en Málaga las gentes con horror van percibiendo cómo se mueren repentinamente, es decir, cayendo fulminados o muriendo en pocas horas. Se tenía  la sensación de una vida efímera que podía acabarse en cualquier momento. Repentino era porque las gentes no estaban muchos días enfermas, a lo máximo tres, y de esa no se salía. Las escenas de los enfermos estaban grabadas en muchas de las gentes que lo veían. Fiebre alta, pulso rápido, los ojos dilatados, vómitos y los terribles bubones que al mostrarse era el aviso que la enfermedad, la peste, había profundizado al máximo. Se veía con frecuencia a los enfermos con fuertes hemorragias por todas las partes del cuerpo. Los conocimientos no servían para nada.

2 comentarios:

  1. cuánto dolor, miedo e impotencia, ver como las gentes morían sin remedio, de manera tan horrible

    besos,

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    1. Creo que lo peor era saber que morías sólo porque la gente huía y abandonaba a los suyos.

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