Tengo ante a mí a una mujer y a un hombre, dos
seres a entenderse. Mejor será que aparte sus ojos de este capítulo quienes
piensen que van a encontrar a una mujer reivindicando derechos y a un hombre sometiendo a esa mujer, porque
no encontrará nada de eso, sino simplemente personas.
Salgamos
al encuentro de la mujer en primer lugar para después hacerlo con el hombre. Primero
me pondré ante la mujer considerada perfecta, si se amoldaba a unos
determinados cánones, generalmente morales , para después desgarrarla en los
conceptos peyorativos que los moralistas vierten contra ella.
Enfrentaré
al hombre y a la mujer, para recorrer lentamente el camino que conduce a que
estos, mujeres y hombres se encuentren, al margen de los pensamientos, de las
teorías. Son los júbilos de la Edad Media, porque de su diversidad, de sus
encuentros y desencuentros se forjan las más grandes historias de amor y de
recelo , porque de su diversidad nace el
juego de la vida, aquello que hace que los júbilos tengan una parte
importante, no sólo en aquella época ,sino en cualquier momento. Porque el
hombre y la mujer ,están destinados a
encontrarse, y propiciar, aunque nada más sea, un momento, un instante de
júbilo.
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