Las
descripciones de los moradores del cielo son puramente materiales: tienen
cuerpo y huesos, y son visibles. A través de las visiones que se nos
transmiten, todos los que llegan saben que han entrado en la ciudad de la vida
eterna, donde la alegría predominará entre todos los privilegiados que acceden
a él. Allí se inicia la etapa definitiva y eterna que presenta unas
características. Los moradores viven una vida que no tiene fin, conocen los misterios de Dios, alaban lo que
el ojo no vio y lo que el oído no oyó. ¿Cómo es posible esto? Resulta posible
porque viven una imperturbable paz (ya he señalado la carencia de ruido),
porque la perfección y armonía del lugar hacen posible que se llegue donde el
corazón del hombre no puede acceder, fuera de este ámbito, donde lo
incomprensible permanece oculto en la vida terrenal. Lo más significativo es el
gozo inefable[1].
CANTINELA
Hace 12 horas
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