Los sentimientos
no son cosas que podamos gobernar. Nos sentimos atraídos por alguien contra
nuestra voluntad, mientras que por otras nunca podemos experimentar afectos
espontáneos.[1]
[1] Aelredo de Rielvaux, monje del Cister, siglo XII mantuvo
una buena amistad con San Bernardo, que le reconocía un gran valor desde el
punto de vista intelectual encargándole que llevase a cabo la redacción de una
obra sobre la amistad “ De la amistad espiritual”, obra de suma importancia
como se verá en otro apartado de este libro.
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