lunes, 3 de junio de 2013

Ora

La vida cotidiana

Todos los espacios analizados reflejan sin lugar a dudas una atmósfera de religiosidad propia de la vida monacal que se basa en dos principios básicos que el propio San Benito definió en su Regla como el Ora y el Labora.
Sometidos a la obediencia, que entraña al mismo tiempo una buena dosis de humildad. Desposeído de bienes materiales individuales, la única posesión personal son sus hábitos. Como mucho dos túnicas y dos cogullas. Duermen vestidos,. Nada más descriptivo que la carta de San Bernardo a su sobrino que deja Claraval para irse a Cluny. En esta carta da dos contrastes muy evidentes. Su sobrino ha sido captado por Cluny por cosas materiales Se tonsura, se afeita y se baña. Le cambian su hábito sencillo, viejo y sórdido; le dan otro valioso y limpioPor lo que describe se puede deducir que en el monasterio de Claraval los hábitos son sórdidos como la propia pobreza y quizá la higiene fuera escasa para fomentar aún más la incomodidad.
         Respecto de la vida monacal creo que no se debe pensar en una vida excesivamente contemplativa, la propia máxima del ora y labora impediría ese tipo de vida. La vida en el monasterio es una simbiosis entre la vida de trabajo y la oración.
El ora.La justificación de la vida monacal es el oficio divino regido por las siete horas canónicas. Una jornada que divide la vida del monje, como la de todos los seres en la Edad Media en dos grandes jornadas, el día y la noche. El oficio, por tanto, es diurno y nocturno  Se acostaba el monje temprano, como todos los hombres en este período, por lo que cuando se le llamaba al oficio a las dos de la madrugada ya había descansado. Todos acuden a los maitines que vienen a ser como una celebración del triunfo del monje sobre las tinieblas de la noche. Domine labia mea aperies y lentamente se iba al salmo tres para dar tiempo a aquellos monjes que se retrasaban un poco.  Una vez concluido el salmo los labios y el corazón abierto estaban preparados para llevar a cabo el oficio nocturno, con su salmodia, versículo y cuatro lecciones. La aurora se abre en el cielo y los monjes se desembarazan del miedo de la noche y abriendo este oficio al diurno con los laudes, Deus in adiutorium. El sol está en el cielo y cada tres horas se anunciará el tipo de oración que el monje debe hacer. Hora Prima, el sol está ya en el cielo. Es el momento en el que el monje se dirige a la sala capitular. Por lo tanto, esto se hace cada día, porque en ella aceptarán el trabajo que el abad le dará. La hora prima recuerda que fue a esta hora cuando los trabajadores fueron a trabajar a la viña. En la tercia, es medio día, el monje se entrega a la oración y sabe que a esa hora el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, en la hora sexta el monje recuerda que el Señor subió a la cruz, en la nona expiró, justo cuando caía la noche. En las Vísperas mis manos se levantan como el sacrificio de la tarde, así dijo David levantando las manos hacia el cielo, media noche momento en que hay que estar despierto he aquí que llega el esposo, salid a recibirle. El gallicino anuncia el momento en que Cristo resucitó a los muertos. El monje resucita cada amanecer saliendo airoso de la temible noche.
Dos grandes momentos de la jornada y tres grandes ciclos de fiestas. La de invierno, Cuaresma de Navidad, la de Primavera, Pascua y la de verano, Pentecostés. En cada cuaresma, que son los 40 días que anteceden a las mismas, el monje recuerda que tiene que vivir con mayor austeridad la vida que la regla le prescribe y donde el ayuno en ocasiones puede llegar a ser excesivamente duro. Toda la jornada de la vida monacal se hace a la luz natural y, por lo tanto, es una vida muy ceñida al ciclo de la naturaleza. Así el oficio nocturno estará en función de la época del año en que se viva.






4 comentarios:

  1. Magníficamente descrita la jornada completa en el monasterio. Algo hay en la vida de clausura que me intriga y es la alegría que suelen tener en sus rostros todos los religiosos. No dudo que les cueste un gran esfuerzo cada día someterse a tanto rigor, pero la recompensa debe ser altísima para que se les vea tan felices: sin dudas, el Señor paga el ciento por uno.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. ¡Qué grande es la más ínfima de las bellezas de este mundo! Me siento invadido por una ternura espiritual hacia el que creó y rige este mundo cuando contemplo la magnitud, belleza, inmutabilidad de su creación. Prefiero ponerte textos auténticos

    ResponderEliminar
  4. Creo que la alegría en el ser humano se produce y se nota cuando uno está bien consigo mismo y cuando sabe que está haciendo aquello que se su espíritu le pide

    ResponderEliminar

Los comentarios siempre amplían conocimientos. Muchas gracias.