lunes, 5 de agosto de 2013

Fredegunda


Fredegunda ejerció un gran poder .Quiero señalar sus orígenes  más bien humildes, si tenemos en cuenta que en la corte de Neustria aparece como eslava.  Se señala en ella una característica; la capacidad para llamar la atención ¿de todos?, No, esto no hubiera conducido a nada, pero sí en cambio sabía donde tenía que llamar la atención: en el rey Chipelrico, en  él ejerció sus dotes de seducción. Este llamar la atención le hace escalar puestos, primero será la concubina, pero ella quería eliminar de su camino las personas que le molestaban e indudablemente para hacerse con el poder necesitaba ser reina. Difícilmente se podía ser reina estando el rey casado por lo tanto misión a cumplir: que el rey repudiase a su esposa, hecho que se produjo  por la influencia que ella ejercía sobre su amante. Se repudió a la primera esposa, influenció para que se asesinara a la segunda mujer de Chipelrico, Galwintha, que era hermana del rey  Atanagildo y hermana de Brunilda reina de Austrasia.  Estas acciones además de ponernos ante una mujer violenta, nos sitúan frente  a una mujer que empleaba los medios que hubiera empleado cualquier hombre para conseguir sus fines. Cuando se está poseído de la ambición, da igual que hablemos de hombres y mujeres porque ambos se comportaran de la misma manera. Con toda seguridad ella maquinó el asesinato de los tres hijos de la primera mujer, hecho que acontecía en el 575.
¿Se podía llegar a más? Si, Fredegunda contó con algunos mercenarios que asesinarían a Sigiberto rey de Austrasia, su cuñado, hermano de su propio esposo. Esta muerte dejaba en ese reino una viuda llena de  odio, de rencor, Brunequilda. Puede dar la sensación de que ya no quedaba ningún obstáculo para su carrera de ambiciones relativos al poder ¿Qué le quedaba más por hacer?  Pues evidentemente si se quiere el poder, si realmente se quiere gobernar, había que eliminar al mayor obstáculo: el rey, su esposo ¿Pudo ser posible que ella  asesinara a su marido? Pues probablemente, ella  había conseguido lo mejor del rey: que él sembrara la semilla en su vientre, embarazada, y con su hijo Lotario, el rey le sobraba.  Ella había conseguido la riqueza de su marido, el poder.
Su ambición estaba colmada a medias porque ahora quedaba por hacer reconocer a su hijo Lotario II como rey en el reino Neustria, eliminando a los herederos, acceder al gobierno del reino de Austrasia, unificar los dos reinos divididos. Esas aspiraciones de Fredegunda abren un período de la historia peculiar, porque los horrores que se vivieron, los momentos de derramamiento de sangre se debieron única y exclusivamente a dos mujeres Fredegunda y la viuda Brunequilda. Ambas anularon a los hombres, y ambas se entregaron a una lucha a muerte.
Regente en Neustria de su hijo, papel que ejerció durante un largo tiempo, se dice que casi cuarenta años, le permitieron realizar una labor nada desdeñable; hizo reconocer como rey   de Neustria a su hijo; extendió su poder  a Austrasia y  con Brunequilda actuaría de una forma muy cruel.[1] Su capacidad de actuar se demostró contra los burgundios, ella fue la protagonista de todos los acontecimientos. Fredegunda moría en el año 598 en París.
Hasta ahora he mencionado sólo la serie de violencias que llevó a cabo  con un objetivo claro; que  se consolidara un poder fuerte en manos de su hijo, pero  junto a esto hay que tener en cuenta el período en el que reinó, y los acontecimientos terribles que tuvo que vivir y que hicieron de Fredegunda una mujer de gran poder alabada en siglos posteriores por una de las figuras femeninas más importantes del siglo XV Cristina de Pizán, que se acerca a ella señalando los aspectos  por los que habría que admirarla.
Pese a una crueldad inusitada  en una mujer, después de la muerte de su marido gobernó muy prudentemente el reino de Francia, en un momento muy peligroso en el que amenazaba con naufragar y hundirse, porque el único heredero era un niño de tierna edad, llamado Clotario. Una guerra salvaje había estallado entre los barones, que enfrentados entre sí eran incapaces de ponerse de acuerdo sobre los asuntos del reino. Sin soltar al niño de su brazos, la reina convocó a la asamblea y les dijo “ Señores barones, aquí está vuestro rey. No olvidéis  que la lealtad siempre ha sido cualidad de los francos. No despreciéis la extrema juventud de este infante, porque  con la ayuda de Dios crecerá, y cuando esté en edad de reinar sabrá reconocer a sus verdaderos amigos y premiarlos según sus méritos, siempre que no cometáis el crimen de desheredarle. En cuanto a mí, os aseguro que sabré recompensar generosamente la lealtad y fidelidad con muy provechosos y duraderos beneficios[2]




[1]  En la obra de los nibelungos Brunilda es la mujer  seductora, peligrosa que en el imaginario medieval hace arrostrar a los hombres graves peligros.
[2] Cristina Pizán, La ciudad de las damas  Pág 89-90. Publicado en mi libro Miradas Medievales más allá del hombre y la mujer.

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