Fenómenos que se escapan a
las mentes como los eclipses de
luna. Esa luna que se oscurecía con una mancha negra que evidenciaba para todos
el disgusto de la luna por el acoso que sufría de los monstruos. Como
consecuencia los campos se oscurecían, todo estaba pálido, todo cadavérico. Al
parecer las gentes trataban que la luna
se librara de tal acoso haciendo el mayor ruido que pusiera en fuga a los
monstruos. [1]
No valía de nada que la Iglesia se enfrentara con estas creencias, en
definitiva, porque el hombre adoraba la naturaleza y porque quería tenerla
contenta, creyendo más en lo que cotidianamente percibían que en lo que la
Iglesia oficial predicaba. Esto era lo propio ante fenómenos que sobrepasaban a
los hombres.
[1] O.
Giordano, La religiosidad..., ob.cit.
pág.65, pone de manifiesto cómo se daban toda clase de actuaciones contra los
monstruos supuestos que acosaban a la luna, entre los que no faltaban los más
exagerados como era romper la vajilla . No importaba que los eclesiásticos
ridiculizaran estas actuaciones. Parece que es difícil desterrar tales
creencias por cuanto todos sin excepción, creían que la luna ejercía sus
influencias. Así, por ejemplo, se pensaba que la locura se podía deber al
influjo de la luna, y lo mismo que podía causar la ruina de las tierras, el
influjo podía ser beneficioso para que crecieran bien los forrajes. En
definitiva, los fenómenos que no se podian explicar eran todos superados y comprendidos
por el influjo de los fenómenos sobrenaturales cuando no mágicos.
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