miércoles, 22 de enero de 2014

Sala Capitular

Sala capitular. Recinto unido al monasterio. La sala no parece haber sido de unas grandes proporciones; se comunica generalmente con el claustro. Cada día los monjes se reunían en ella después del oficio. Aquí se hacía la distribución del trabajo de cada jornada la reunión de los monjes y su confesión. Es en esta sala donde, frente a la intimidad e individualidad que el monje lleva a cabo en el claustro en su profunda meditación, se pierde esa intimidad para ser más comunitario que en ninguna parte. A ella acceden los monjes desde el claustro. La comunidad se reúne con el abad al que se somete, como siempre, según dispone la Regla de San Benito. Es el momento en que lo que se dice se presenta ante todos y los ojos de los demás están clavados en cada uno de ellos. Es un momento de comunidad intenso. No hay en otro recinto del monasterio un lugar donde el requisito básico del monje, la obediencia, tenga su más idóneo marco. El monje, el ser comunitario, escucha al abad, escucha su palabra, acepta el trabajo, acepta las disciplinas a sus pecados y desarrolla otra de las características de la vida monacal en la que se le ha adiestrado en el monasterio: la obediencia. Y ante él cada uno de los monjes irá expresando en el máximo silencio, en voz alta sus pecados uno tras otro. Es el lugar de autocrítica. La confesión hecha ante todos. ¿De qué puede acusarse a un monje? ¿Qué faltas hay en el monasterio? En principio me parece que las respuestas podrían ser tantas como monjes hay. Si sientes el aguijón de la tentación, mira la serpiente de bronce colgada del madero y sorbe, no en las heridas, sino en los pechos del Crucificado.[1]



[1] San Bernardo, Carta 322, pág.963. Se dirige a Hugo novicio y le dice “Que la austeridad de la Orden no atemorice tu tierna edad. Piensa que un cardo lleno de espinas hace suavísima la lana, y que la práctica religiosa acelera la conciencia. Cuenta con la dulzura de Cristo, y la harina del Profeta te hará sabroso el más amargo potaje. Si sientes el aguijón de la tentación, mira la serpiente de bronce colgada del madero si sientes el aguijón de la tentación, mira a la serpiente de bronce colgada del madero y sorbe, no en las heridas, sino en los pechos del crucificado.

2 comentarios:

  1. no es mi intención ser irreverente, pero todo esto de la obediencia, la confesión y lo de sorber los pechos, tiene un sabor un poco perverso :))

    besos,

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    1. Para poderte contestar a esto tendría que ser San Bernardo

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