Cuando en la Edad Media se piensa sobre los hombres y las
mujeres deberá pasar, sin remedio, por las opiniones de la Iglesia, la cual nos
aportará los modelos que deben seguir unos y otros para ser gratos a Dios, en
este camino de ser gratos a Dios, se
produce, como ya veremos, la igualdad entre ellos y ellas, pero también desde
este concepto religioso se debe señalar que no se aporta nada para el
conocimiento de lo que cada uno es como persona. De este modo se ignoran y desconocen a las personas desde sus
vivencias, sentimientos, porque sólo hay un aspecto teórico dominado por lo religioso. Para la Iglesia lo que debe ser tanto el hombre como la mujer es
sólo una cosa, gratos a Dios. Ésta es la igualdad. Todos los seres humanos bajo
el criterio de la Iglesia tienen que tender a la perfección, ésa es la meta
comprometida de los cristianos. El camino de perfección casi es una exigencia
porque desde el momento en que se es bautizado, se produce una regeneración que
obliga a todos a perfeccionarse. Esos caminos de perfección trazados por la
Iglesia son caminos arduos, y uno está tentado a pensar y escribir que también
carentes de libertad. Sólo se busca un objetivo, llegar a Dios, y para alcanzar
este fin excelso hay que eliminar todos los aspectos materiales, todos los
aspectos mundanos que rodean y envuelven a las personas peligrosamente. Porque,
en definitiva, hay un pensamiento muy definido y es que aquellas personas que
están apegadas a la vida material, a lo terrenal corren el gran peligro de
caminar derechamente hacia el pecado y, por lo tanto, al castigo eterno. Ese pensamiento religioso traza un camino duro, rígido para ambos, sin
distinción de sexos. Porque en definitiva ¿Qué es la vida?
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Hace 19 horas
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