Por eso el obispo decidió ir a las Dueñas ; pero no fue
solo, porque necesitaba testigos del acta que se levantaría. Necesitaba ser
acompañado por relevantes personas de la vida monacal, por eso hizo llamar a
los abades de Moreruela y de Valparaíso, los monasterios con más tradición y
prestigio de las tierras de Zamora, porque en ellos se aplicaba la Regla
estricta y se vivía de acuerdo con ella.
Imaginemos el fúnebre cortejo, porque negro, muy negro, era
el asunto que se iba a tratar.
Iba el obispo acompañado, pero en realidad solo,
porque ningún miembro de su Iglesia, de
su Catedral, le había apoyado en esta tarea que emprendía contra las Dueñas.
Atravesaban todos el puente que comunicaba la ciudad con el convento, ese
puente que permitía a dominicos y dominicas llegar a la ciudad, ese mismo
puente donde unos dominicos - se decía - cometieron la licencia, viendo venir a
dos monjas, de pellizcar a una de ellas en la pierna. Gesto pícaro, gesto divertido
y de complicidad entre hombres y mujeres, pero gesto de escándalo porque ellos
no son hombres y mujeres, son gentes de Dios.[1]
Con estos pensamientos en su cabeza va atravesando el puente Don Suero. Con
probabilidad, su rostro es taciturno pues su cara está en consonancia con lo
que va pensando mientras se dirige al
monasterio.
[1]
A.C.Za. Legajo 13, documento nº 61. Año 1279. Ver “Las mujeres de Santa María
de las Dueñas : la realidad humana”. “Al-Mudayna” 1989. “El amor legítimo
y clandestino en la Zamora medieval del XII al XIV”. “Anuario de estudios
zamoranos” 1991. “Santa María de las Dueñas de Zamora. ¿Beguinas o monjas? El
proceso de 1279”. Historia, Instituciones, Documentos. Universidad de Sevilla
1993.
No hay mortal que no tenga la tentación del pecado: los santos caen, se arrepienten y piden perdón; el resto ni siquiera tienen conciencia de ello.
ResponderEliminarUn beso.
Muchas gracias. Voy a comentar todo el artículo. Besos
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