un paseo por la historia

No puede olvidar que cuando les fue enviado su procurador para solicitar la “procuración” de la visita a las monjas, éstas se negaron a pagar sin ningún tipo de disculpa o explicación. Jamás hubiera creído acto  de tan grande insolencia en unas monjas. Cuando supo lo ocurrido decidió actuar y puso en entredicho al  monasterio, pero esta medida, que horrorizaba a los lugares en los que recaía semejante castigo,  no parecía asustarlas, ni siquiera para modificar sus comportamientos.  Y, ¿cómo era posible que ni siquiera en esta actuación contara  con el apoyo del cabildo? Una vez más, la decisión fue la suya, la episcopal, haciendo valer su poder inherente al cargo.

La noticia incluso había llegado al Papa, quien no dudó en intervenir abriendo una investigación, que se realizó por eclesiásticos que nada tenían que ver con Zamora, para saber la verdad de lo sucedido. Se había dudado de su dura actuación, pero no le había importado, porque sabía que, tan pronto como se ahondase en el problema, quedaría para todos claramente determinado y clarificado que él, el obispo de Zamora, había actuado con dureza, pero con una total preocupación eclesiástica. Así había sido. Efectuadas las diligencias, el veredicto le fue favorable y se pidió, a las dos partes en conflicto, que llegasen a un acuerdo que permitiera la convivencia en paz. Pero para esta convivencia en paz había que entender que el monasterio quedaba dominado, sometido a la jurisdicción episcopal y a la disciplina religiosa bastante deteriorada. Pero, apenas vislumbrada una mínima luz de entendimiento, apenas iniciado un camino de encuentro, habían comenzado a correr de boca en boca unos tremendos rumores sobre  escándalos de las Dueñas y sobre el comportamiento íntimo de ellas y de los frailes predicadores ; por eso había que visitar el convento, para conocer y tener la máxima información y, sobre todo, para entrar en contacto con aquellas mujeres díscolas y poco temerosas de Dios.