domingo, 15 de diciembre de 2013

La ignorancia y el miedo

Las respuestas de la Iglesia a los mismos acontecimientos. 
¡La iglesia todas estas creencias las consideraba propias de personas ignorantes, pero sabemos  en el siglo XII los curas llevaban a cabo acciones o rituales para solucionar la esterilidad de los campos. ¿Qué se esperaba de ellos? Precisamente que pudiesen resolver los problemas que no podían atajarse con los medios humanos. Lo hacían mediante ceremonias muy largas que prácticamente duraban todo el día, y es muy probable que a su término las gentes, incluido el propio sacerdote, quedasen convencidos de que la tierra estaba conjurada y preparada para evitar los males de la sequía  Lo que sí queda muy claro es que ni en un caso ni en otro, es decir, ni desde la ignorancia del campesino ni desde la mente de los eclesiásticos se hace una valoración de las tormentas y de las lluvias en sus términos apropiados. Porque el problema es la ignorancia pero especialmente el miedo y, así, se buscan las respuestas a esas situaciones en las que las posturas son de dos tipos. La que nos sitúa en los centros monásticos, generalmente instalados en el medio rural y que pone a los monjes en contacto con la población campesina, muy dada a utilizar medios de magia para solucionar sus problemas. Y, por otra parte, la participación de los monjes no es tanto intervenir en éstas como consentirlas. Los monjes bendecirían la tierra con pequeñas invocaciones a Jesús o a María, pero ambos buscan ese mismo objetivo. Por otra parte, la Iglesia tiene sus propias ceremonias religiosas y ritos para retirar las aguas, detener las lluvias o pedirlas. Desde el punto de vista profano y pagano, estas inclemencias se deben a otras fuerzas para las que se hacen complicados ritos. ¿Dónde está la frontera de lo religioso y lo mágico?



[1] Richard Kieckhefer “La Magia en ...”. Ob. Cit, pág. 68.  En la parte que dedica a los practicantes de la magia, sanadores y adivinos dice que es posible que los párrocos ordinarios se interesaran por la medicina, pero que utilizaran a su vez otras formas de magia. Señala un ritual del siglo XII para solucionar el problema de la esterilidad de los campos, donde claramente la gente no espera del sacerdote una respuesta religiosa. La ceremonia duraba un día entero: comenzaba antes de amanecer; se preparaban cuatro montones de tierra de los cuatro lados del campo afectado por la esterilidad; se rociaba estos montones con una mezcla de agua bendita, aceite, leche y miel y fragmentos de árboles y hierbas mientras se recitaban en latín las palabras que Dios dijo a Adán y Eva (“Creced y multiplicaos y llenad la tierra”, Génesis I:28), seguidas de otras oraciones. Vemos aquí la conjunción de elementos profanos y religiosos que prueban la creencia no sólo en el agua bendita sino en otros elementos. Después de esto, los cuatro montones son llevados a la iglesia donde le dicen cuatro misas y sólo al anochecer se distribuyen esos montones por los campos afectados. Es evidente que este relato nos da a conocer las creencias de algunos miembros de la Iglesia en los que sin ningún tipo de problema podían, como muy bien señala el autor, combinar lo estrictamente religioso con lo mágico.

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