miércoles, 18 de diciembre de 2013

La melancolia

 Uno de los más grandes problemas que se plantean en el ser humano es la enfermedad de la depresión o de la melancolía,  situación que ya preocupaba en el siglo como lo demuestra  Ishaq Ibn Imran, en Bagdad, que en su obra Maqâla fî âl-Malîhûliyâ  [1] Es sorprendente  conocer  como él pensaba que esta dura enfermedad  tenía unos síntomas  como la pérdida de peso y sueño. Además de todo eso se pregunta por las causas que pueden dar lugar a esta enfermedad el miedo, el tedio o la ira. Todo el análisis que hace de distinguir entre  la tristeza, ansiedad, angustia, son muy importantes. Situaciones que pueden apreciarse y que se dieron en los monasterios  entre los monjes con bastante frecuencia[2]. Todos los hombres que militan en el monasterio no son iguales y algunos de ellos  estuvieron dominados por el hastío, el aburrimiento, el cansancio, para la comunidad era simplemente que el monje estaba dominado por la acedía, tentación diabólica. En esta situación de los monjes dominados por la tristeza, la angustia y la falta de interés, pudieron influir los factores señalados por Ishaq Ibn Imran, Algunos monjes pudieron estar dominados por el miedo a no estar a la altura de la espiritualidad exigida, el aburrimiento propiciado por una vida monótona.
La vida del monje es una continua lucha contra sus vicios y concupiscencias y son muchas las tentaciones que llegan a los monjes y que proceden del mundo, la carne, del diablo e incluso de Dios. Con frecuencia  un  principio de depresión que domina al monje y que hace que éste se encuentre sin fuerzas, sin motivación ninguna para llevar a cabo su vida religiosa, de esto procede una desgana que puede provocar incluso un rechazo a acudir a las horas marcadas en la iglesia, a no prestar atención en las oraciones, a dormirse en los oficios divinos.[3] Porque en definitiva el que está bajo este estado de ánimo no puede participar en la vida comunitaria porque su propio estado se lo impide. Pero eso, que hoy lo veríamos como una señal inquietante de enfermedad, en la Edad Media se veía dentro de los monasterios como un pecado de pereza que el monje debe confesar y que se debe vigilar. Un monje será encargado de vigilar a los demás, de ver si en el momento de la Lectio Divina el monje dejado llevar de la acedía no cumple con lo que debe hacer. Donde están pues que aquellos que en el claustro dejan caer la cabeza sobre sus libros, en la iglesia roncan durante las lecturas o bien duermen en los capítulos mientras se expone la doctrina.[4] Esto es lo que se dice en algunos sermones denunciando un problema que se producía dentro de los monasterios.
            No era un problema poco importante, ni mucho menos, porque los testimonios de la época son contundentes al respecto. Por excesiva tristeza  se cae en la desesperación, y todos conocen los monasterios, los nombres de las personas que llevadas por una desesperación  y tristeza acabaron suicidándose arrojándose a los estanques o a los pozos.[5] Nunca sabremos las causas que llevan a esto pero es posible que para muchos el silencio excesivo fuese un auténtico martirio, para otros sería difícil hacer total olvido de la vida que habían dejado,. En ocasiones pudo darse una situación de máxima ansiedad en la lucha contra sus pensamientos que les situaba con demasiada frecuencia en el mundo que abandonado, no soportando ni los vestidos monacales ni las largas vigilias, ni los rigores del invierno y verano. ¿Y los afectos? Es de suponer que algunos aspectos de las vidas se quedaron ocultos en la propia vida del monje.
Indudablemente hay una preocupación por esta enfermedad depresiva como lo demuestra una de las figuras más importantes de la cultura islámica de la Edad Media Ibn Sina, conocido en Occidente como Avicena (981-1037). [6]




[1] Tratado de la melancolía, única obra árabe dedicada exclusivamente a este trastorno) que en estos pacientes hay sentimientos de angustia y soledad debidos a una idea irreal.
[2] San Isidoro de Sevilla aprecia  cuatro defectos derivados de la tristeza: el rencor, la pusilanimidad, la amargura, la desesperación; y siete de la acedia: la ociosidad, la somnolencia, la indiscreción de la mente, el desasosiego del cuerpo, la inestabilidad, la verbosidad y la curiosidad

[3]  Cesáreo de  Hesiterbach,  en “Dialogo de Milagros, Zamora 1998   hace mención a la acidia y la define como una turbación de la mente” y es una aflicción y un hastío desmedido del alma, que apaga la alegría del. Espíritu y hace que la mente se encierre  en si misma con un principio de desesperación”. P 296 .
[4]  Cesáreo de  Hesiterbach,  en “Dialogo de Milagros, Zamora 1998   hace mención a la acidia y la define como una turbación de la mente” y es una aflicción y un hastío desmedido del alma, que apaga la alegría del. Espíritu y hace que la mente se encierre  en si misma con un principio de desesperación”. P 296 ,.
[5] Ibídem, pág 311. “Cuando hablo de esta clase de tragedia tan nefastas me resisto a pronunciar los nombres de los lugares o personas y el de la Orden para que nadie piense que quiero desacreditar a aquellos religiosos.”
[6]  De Avicena hay que destacar dos obras, El Libro  de la Curación que puede ser considerado como un tratado filosófico que  pudo ser escrito  entre 1014 y 1020, posiblemente el autor  pretendía hacer un libro que sirviera como compendio de todos los conocimientos filosóficos de su autor. En efecto, consta de cuatro partes principales que tratan, en orden y en amplio detalle, de lógica, física, matemáticas y metafísica. El  otro libro es El Cano de la Medicina enciclopedia médica de 14 volúmenes escrita  hacia el 1020. El libro se basaba en una combinación de su propia experiencia personal, de medicina islámica medieval, de los escritos de Galeno, Sushruta y Charaka, así como de la antigua medicina  persa  y árabe El Canon se considera uno de los libros más famosos de la historia de la medicina.

1 comentario:

  1. he leído en algún sitio que este tipo de patologías se dan independientemente de las circunstancias objetivas de la vida del enfermo aunque claro, es de suponer que una vida con grandes penurias, o sumergida en el aburrimiento y la insatisfacción, pueda favorecer la aparición de la enfermedad

    besos,

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