miércoles, 26 de marzo de 2014

El destino de hombres y mujeres; gratificación fisica


 Las esposas pueden ser santas criaturas, pero por la noche deben soportar pacientemente todos los actos que proporcionan placer a sus maridos, que se casan con anillos, y, de momento, deben dejar un poquito de lado su santidad. Son cosas inevitables.[1]
 El matrimonio: la gratificación física
Pero junto a esto conviene señalar otro aspecto y, es que en medio de una sociedad donde la relación física entre el hombre y mujer se aceptaba malamente, el matrimonio venía  a ser, yo creo más para la mujer que para el hombre, una situación que llevaba a la legalización de la “concupiscencia,” donde se lavaba ese pecado carnal. No conviene  olvidar, de todas la maneras, que por encima de la teoría, el hombre y la mujer son dos seres a encontrarse simplemente y, que independientemente de los objetivos primordiales que tenía el matrimonio, la procreación, el placer también era un aspecto a tener en cuenta. De ahí que al ser dos seres destinados a estar juntos, cuando lo hacían, tratarían de sacar el mayor provecho de esa relación sexual, que se legalizaba por el matrimonio.
En este sentido, ambos encontraban su libertad dentro del mismo, aunque quizá esta sea mayor en el hombre, debido a que él no está atemorizado por el miedo a los embarazos.[2] Este pensamiento no es vano, ni superficial. La  procreación, indudablemente, hacía  que la mujer en el matrimonio estuviera a disposición del hombre. El matrimonio sería la vía más idónea para la gratificación física. En la intimidad de esa unión, con frecuencia las normas dadas por la iglesia, aunque sin dejar de influir,  fueron dejadas aparte, olvidadas y por lo tanto no cumplidas




[1]. Ibídem. Pág 182
[2] Creo que las mejores aportaciones de estos aspectos proceden de las fuentes literarias, que son capaces de revivir situaciones que con toda seguridad se producían dentro del matrimonio y que no hay que desdeñar. Por una parte es cierto que una vez casadas las mujeres dejan de estar contenidas en su cuerpo y al menos forman parte con él de sus maridos.

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