En la Edad Media nada se más incompatible y antagónico que
identificar el amor con el matrimonio, porque imposible era compaginar lo que
no sólo partía de principios diferentes, sino que situaba a las personas en
situaciones diametralmente opuestas.
Salvo raras excepciones, el amor, no se contemplaba, es casi inexistente
en el destino del matrimonial.
Se
puede deducir que el mundo de la pasión, del amor se encuentra con toda fuerza
en el ámbito literario, es aquí donde el hombre y la mujer son equiparables,
esto es posible porque el poeta, el literato encuentra un riquísimo cauce de
expresión en el amor, el anhelo amoroso, el dolor en este caso, la felicidad
compete por igual a los dos sexos y por lo tanto, la mujer no aparece en una actitud pasiva y va hacia su amante de
la misma manera que él acude a ella. El
hombre imagina el cuerpo de la mujer
y ésta, de igual forma imagina el del hombre. Todo este mundo ideal no tiene realidad en el matrimonio, porque en
este estado ,ambos se enfrentan con las realidades como éstas.
*
Matrimonios concertados por acuerdos entre los padres de los contrayentes en
los que, por encima de todo, lo importante son los intereses de las familias en relación
con los patrimonios, y esto se produce en todo el ámbito social medieval,
porque en los grupos más desprotegidos
la necesidad de mano de obra llega, incluso, a aceptar fórmulas de matrimonio
"bajo prueba", es decir aceptar una unión condicionada al hecho de
tener hijos o no tenerlos, en virtud de la cual se mantiene la unión o se
disuelve.
* El
embarazo relacionado con la posesión divisoria de la propiedad que refuerza la
familia y el linaje ¿Puede pensarse en este caso en unas condiciones de
libertad para los contrayentes?
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