- He dicho la verdad, Señor,
y sólo me queda añadir una cosa más, y es que algunas de ellas se quedan con
prendas de ellos por las noches porque dicen que así algo de ellos permanece en
ellas, y con frecuencia algunas frailinas andan desnudas por las huertas.
Eminencia, deseo con todo mi corazón que arregléis este asunto, haced posible
que la disciplina vuelva a este monasterio.
Ha
escuchado el obispo los testimonios de las religiosas, quizá ha escuchado más de lo que se imaginaba. Ha
escuchado con una atención concentrada, asumiendo todo lo que le han relatado y guardando en su memoria lo que
le han ido respondiendo a cada una de sus preguntas. Ahora ya sabe que esa
disciplina que él tanto anhela para la Iglesia, tanto secular como regular, no existe. En ese
convento no se guarda obediencia a nada, no se respeta el espacio sagrado de la
Iglesia, ni la confesión, ni el silencio. Nada.
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