jueves, 6 de marzo de 2014

Santa Maria de las Dueñas. La sorpresa del obispo

Con horror ha escuchado el obispo  las agresiones físicas que se infligían entre ellas. En algunos momentos pudo parecerle, al escucharlas, que estaban leyendo artículos de los libros jurídicos donde se especificaban las penas que se darían por cometer ciertos delitos. Pero no hacía falta irse tan lejos, el propio fuero de Zamora lo tenía bien especificado. Pegar en la cara, hacer sangrar, arrastrar por el suelo, todo esto se castigaba. En este monasterio todo esto se producía con creces. Se abofeteaban las caras, se arañaban, se hacían sangre, se  arrastraban por las piernas y sobre estas brutalidades no había habido ningún castigo. Y cuando le parecía que nada más podía darse en ese convento al preguntar sobre los rumores que corrían en la ciudad, supo que le quedaban por oír más cosas, lo más terrible ; porque en ese convento, las monjas que tenía delante,  al menos  tres , mantenían relaciones amorosas con los dominicos; con todo detalle lo había relatado María Martínez.

Don Suero debió de quedar sin pronunciar palabra. Sólo escuchaba, y quizá había observado las caras insolentes de la monjas rebeldes, para comprobar  que no se ruborizaban ni una sola vez. Había escuchado la petición de ayuda de la priora, él había callado y una vez terminada la información había levantado acta de todo lo que allí se dijo. El terrible momento de don Suero

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